Dignidad humana

23.9.11

Igualdad entre el hombre y la mujer

A los hombres no se les da bien cantar nanas y las mujeres no suelen ganar los premios de Fórmula-1. A ellas le sobra comprensión pero necesitan ser comprendidas. El hombre, con frecuencia, aquello no lo comprende. La mujer tiene la suficiente paciencia y cariño para ser profesora de párvulos. El hombre es incapaz de lo anterior porque aun siendo un veterano de la docencia nunca deja de ser un niño. Entre tanta diferencia...¿Dónde encontraremos la igualdad?...

La ciencia y la conciencia

Escuché a un presunto científico perorar una conferencia acerca de por qué los hombres tenían mejor capacidad espacial que las mujeres. Aquel señor, cargado de seriedad, afirmó que nuestros antepasados paleolíticos machos salían a la búsqueda de hembras y...Así se agudizó la visión espacial masculina. Tuve que morderme los labios para no soltar una estruendosa carcajada; me arrepiento muy sinceramente de no haberlo hecho. El citado científico, que de antropólogo tenía lo que Blancanieves de bruja, merecía un poquito de zarandeo dialéctico. Aprovechando que citó algo ligeramente adverso a la Biblia, alguien levantó la mano y le explico lo que sigue: “Cuando Dios terminó de crear a la mujer de la costilla de Adán, el hombre seguía dormido. Entonces Dios dijo a Eva...¿Podrías hacerte cargo de él?”. Nuestro ilustre científico, pese a que no se habló de visión espacial, se quedó con el pie cambiado –tal vez por sentirse aludido- y su conferencia entró en barrena. Dos señoras que le acompañaban en el estrado sonrieron ante la heterodoxa exégesis bíblica.

Actualmente se conocen con más profundidad las diferencias entre el cerebro masculino y femenino; sean bienvenidas en una época en la que se valoran poco las diferencias evidentes. La complementariedad entre mujer y varón no es una cuestión exclusivamente cromosómica u hormonal. Si tan vital distinción se resolviera tan solo en moléculas nos moveríamos en una dimensión exclusivamente cuantitativa. La sinergia mujer y varón está inscrita en la lógica de la cualidad, de la creatividad y de la finalidad. Sobre estos ejes vertebradotes de la vida se expanden los códigos genéticos y los diversos sistemas biológicos. La corporeización del profundo valor de lo humano tiene lugar según nuestro diseño natural, con márgenes de error propios de la limitación de la materia.

El género humano proviene de la generación; inexplicable sin la distinción complementaria entre el hombre y la mujer. La naturaleza racional se manifiesta en la capacidad de ayudarse mutuamente. La igual dignidad personal del hombre y de la mujer no recae en la radical autodeterminación del propio proyecto de vida. La dignidad humana es fundamentalmente un don: Sin esta crucial premisa los enfermos tendrían menos derechos, los pobres se verían privados de esperanza, los hombres podrían maltratar a las mujeres; y viceversa. Todo esto ocurre en ocasiones, pero sabemos que está mal. Si la dignidad fuera tan solo libertad ejercida no habría defensa moral para los débiles. Nadie es más que nadie y todos somos distintos. Igualdad y diferencia se necesitan mutuamente. Romper estos dos ejes supone caer en un materialismo sofocante o en un espiritualismo inhumano.


Cultura y familia

Son muchas las contribuciones de la genialidad femenina; por ejemplo al mundo del trabajo, de la cultura y del ejército. Quisiera recordar que Juana de Arco, siendo una chica muy joven, fue capitana general de las tropas francesas durante la guerra de los cien años; y cosechó éxitos rotundos. Ocurre algo análogo con la contribución masculina. Pero occidente está olvidando que es en la familia donde hombres y mujeres son fundamentalmente iguales. Los ojos humanos entran en el carrusel de la vida cuando el padre mira a su hijo pequeño, el niño mira a su madre y la mujer a su esposo –trácese si se prefiere otra trayectoria- . Si perdemos la sacralizad del hijo se disuelve el concepto de madre y de padre; y sin padres no hay hombres ni mujeres.

La triada divorcio-aborto-eutanasia es el canto de sirena de una libertad desarraigada de la naturaleza. Se trata de una libertad liberada de su propio suelo; desvinculada de esas gravedades onerosas pasamos a flotar en un falso cielo, y tras unas perspectivas atractivas acabamos estallando como el globo que cae en un abismo.

Matrimonio, filiación y muerte natural en compañía familiar son el triángulo de la vida. Puede haber en él desgracias y dolores tan bravíos y desconcertantes como el cauce de un río, desde el manantial de montaña hasta su desembocadura en el mar. Pero la inmensa mayoría de los seres humanos se han sentido queridos en una familia. Quisiera recordar ahora que hay otras formas de paternidad y maternidad que no son biológicas, así como diversas formas de cuidado y enseñanza que generan relaciones humanas que pueden considerarse verdaderamente familiares.

Muchas madres y padres, sin sospechar de su heroicidad, estarían dispuestos a dar su vida por la de sus hijos y esto es una prueba patente de que el amor es más fuerte que la muerte. Tal afirmación es profundamente humana y cristiana: Cuando el cristianismo nos habla de Resurrección no solo nos habla del “más allá” sino del profundo “más acá” porque la lógica de la resurrección forma parte de la lógica de los demás; la más genuina fibra de lo humano.


Lo que cambia y lo que permanece

Los cambios culturales forman parte del pulso de la historia. Hoy se nos hace difícil entender como en España, hasta 1931, no había voto femenino en política. Si en un futuro próximo una mujer llega a presidente del gobierno asistiremos a una fecha memorable; especialmente si es una buena presidenta. Pero todo esto no nos puede hacer olvidar que la causa de las mujeres está principalmente liderada por los hombres; como ocurre al revés. Es fantástico ir a casa de un matrimonio amigo y ver que es el esposo el que sirve la mesa. Pero mucho más importante es que entre marido y mujer exista un componente de piedad recíproca. La mujer es el hogar del hombre y el hombre la alegría de la mujer. Estas piedras se engastan en el oro bruñido de los roces pulidos, las reconciliaciones y las esperanzas.

Pienso que un modo de salir de las perplejidades es reflexionar sobre nuestra propia naturaleza. La mujer está preparada fisiológicamente para ser madre y al varón le ocurre lo propio para ser padre. Si una sociedad pone muy difícil la consolidación de un matrimonio joven no es por estar muy avanzada sino por haberse deshumanizado. Si un matrimonio quisiera tener más hijos pero las condiciones laborales de ambos se lo ponen muy difícil no es porque hayamos llegado a una era más eficiente sino más necia. De todos modos la persona humana puede ir contracorriente. La mayoría de los matrimonios jóvenes que ahora se deciden a tener familias numerosas son los que provienen de ellas, no los que tienen mucho dinero. El amor esponsal moviliza muchas energías y pone en orden muchas cosas. Un amigo sabio me decía que dos eran los problemas del mundo: la falta de moralidad y el exceso de ambición –la codicia-. Un matrimonio con moral fuerte y con el suficiente sentido común para valorar más su vida privada que su vida social es uno de esos puntos fijos desde los que se puede mover el mundo. Personalmente me enorgullece haber tenido unos padres que han sido unos fantásticos trabajadores; pero lo que más valoro de ellos es haber tenido un padrazo de lujo y la mejor madre del mundo. En definitiva: unas personas que quieren más a su cónyuge y a sus hijos que a sí mismos. Pienso que aquí radica el núcleo de la igualdad entre la mujer y el hombre: La generosidad genera libertad invertida en un proyecto común en igualdad de condiciones.

Lo dicho anteriormente puede parecer hoy, a algunos, algo difícil e improbable de alcanzar. Quisiera hacer al respecto una observación. Cualquier deportista de élite comenzó a practicar su deporte hace muchos años. Lleva miles de horas de entrenamiento, con éxitos y fracasos. El deporte de ser persona, a diferencia de los anteriores, es asequible a todo el mundo y, sin embargo, no siempre se desarrollan a fondo sus mejores capacidades. Entre todas ellas la más importante es la capacidad de amar sabiamente; esto es lo que mide la categoría moral de una persona. Si una mujer o un hombre quiere tener un futuro familiar feliz ha de labrárselo todos los días, desde que tiene uso de razón hasta el final de su vida, aprendiendo a querer. Se trata de algo exigente porque requiere darse a los demás en medio de la naturalidad de la vida. Podemos procurar hacer un poco más felices a los demás, aunque uno no se encuentre con mucho ánimo. Esto es algo tan humano que, como todos sabemos, al procurar hacer felices a otros también nos hace serlo a nosotros mismos. Me dio que pensar la siguiente reflexión de un amigo: sonreír con sinceridad es saltar por encima de uno mismo para enlazar a Dios con los demás.


Matrimonio y cristianismo

La complementariedad antropológica del matrimonio es elevada por el cristianismo a una alianza de amor humano y divino. En la pareja cristiana –hablo como hombre- la mujer es la femenina imagen y semejanza de Dios. El anillo del esposo es el compromiso del hombre justo y prudente que acepta la lógica humana y divina de la entrega de sí mismo, de sus caprichos y comodidades.

El cristianismo aporta al amor humano energía, finalidad, reciedumbre, ternura, comprensión, construcción de una familia en comunión con muchas otras. Marido y mujer han abierto el telón a un mundo nuevo; han creado lo más valioso del universo: una familia, un hogar. Lo guardarán las estrellas de las noches felices. Podrán atacarlo las bombas infames de las guerras crueles: como todas las grandes verdades de este mundo las familias también pasan por momentos de cruz. Desde el respeto a los límites del bien y del mal, la familia se asemeja al árbol bíblico de la vida que da frutos humanos y eternos.

La igualdad y la diferencia entre la mujer y el hombre es genética y espiritual. El primer aspecto es el trampolín del segundo para esta vida y para la futura. La genética, gracias al espíritu, se transforma en hogar. Pero la familia es mucho más que cuatro paredes; es sobre todo una condición estructural del espíritu humano que todo hombre y toda mujer han de desarrollar. Quizás por esto dicen los teólogos que llegar al Cielo será cómo volver a casa.



José Ignacio Moreno Iturralde

3 Comentarios:

  • Qué ideas tan fascistas en el pleno siglo XXI. Luego escribes en ABC que el matrimonio igualitario no es una reclamación de la sociedad, sino una presión política. Cómo se nota que no eres gay. Menudo imbécil. Qué vida tan dulce y tan en posesión de la verdad debes llevar.

    By Anonymous Anónimo, at 11:19 a. m.  

  • Pues a mi me ha encantado tu blog. Te invito a que ojees el mío:
    http://www.creoendios.blogspot.com.es/

    By Blogger Jaime Salado, at 9:23 p. m.  

  • Es increible, nunca dejas de sorprenderme. Hace 3 años ya que te conozco y sigo aprendiendo, y cada vez soy más consciente de que no se nada. ;) Un saludo y sigue así.

    By Blogger Miguel, at 10:47 p. m.  

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