Dignidad humana

11.7.09

Sin miedo al embrión

En la historia de la humanidad ha sido frecuente el miedo a las consecuencias de admitir los derechos humanos y sus implicaciones. En la antigüedad y en los USA del siglo XIX a muchos les parecía que la abolición de la esclavitud generaría el caos social al hacer inviable la actividad productiva. En épocas más recientes, el reconocimiento de los derechos sociales, económicos y políticos de las mujeres y su equiparación al varón, parecía a muchos que disolvería la familia, la sociedad y la moral. Siempre miedo a los derechos humanos.

Hoy este miedo se presenta en muchos de nuestros contemporáneos frente al reconocimiento del embrión humano como uno de nosotros, un ser humano con idéntica dignidad y derechos que los demás humanos de otras edades. Lo conocemos; sabemos de su vida, hora a hora, día a día, desde la fecundación; somos conscientes de que tiene su patrimonio genético propio que le define, como a cualquiera de nosotros, como un individuo de la especie humana;...pero tenemos miedo a reconocerle como tal, a tratarle como al individuo humano que es.

¿Porqué el miedo al embrión? Porque tememos que rompa nuestra comodidad y algunas de nuestras costumbres: ya no podrá utilizársele como “material biológico” para la experimentación, ya no podremos destruirle para obtener células madre, ya no podremos actuar como si no pasase nada cuando amenazamos su vida con anticonceptivos de doble efecto o con la píldora del día después, etc. Pero a cambio seremos más justos, ganaremos en dignidad y compromiso con los derechos humanos.

El reconocimiento de los derechos humanos no puede subordinarse –trátese de la esclavitud, de la mujer o del embrión- a consideraciones económicas, al avance del conocimiento científico o a la comodidad de los demás. El embrión, ese gran desconocido hasta hace tan poco, es uno de nosotros. Hay que abrirse sin miedo a esa realidad y sacar todas sus consecuencias sin prejuicios ni tabús.

Benigno Blanco

Presidente del Foro Español de la Familia