Dignidad humana

12.5.09

Paternidad

Sin duda es una gran cosa tener un padre normal. Veamos unas pocas muestras entre un infinito abanico de posibilidades: Juega contigo de pequeño. Es rey mago.Te proporciona una educación. Se enfada de vez en cuando; incluso alguna vez te ha dado un tortazo. Esta ahí siempre que lo necesites, te paga los estudios, te sugiere algunas ideas de calado dejándote más o menos libertad. Da ejemplo, tiene fallos, te rozas con él en la convivencia diaria. Después, pasan los años y valoras más las “cosas normales”. Por ejemplo: En su juventud tuvo que vivir una guerra, de mayor olvidó su más querido hobby por opciones más provechosas para sus hijos, cuidó heroicamente de su esposa muchas años durante una dura enfermedad, aguantó los embates de la vida con la entereza que pudo. Finalmente llevó una ancianidad pródiga en goteras y limitaciones con buen humor, con buen amor...Se volvió a hacer niño propiciando una de las oportunidades en las que descubres la inmensa fuerza gravitatoria de la piedad filial.

Ser padre es una superación de la masculinidad. Como antes dijimos de la maternidad recordamos el inmenso valor de una paternidad exclusivamente basada en el testimonio del ejemplo, la enseñanza y la solicitud.

Sin padres no hay madres seguras, no hay familias, no puede haber paz interior, ni alegría, ni fiestas de cumpleaños, ni verdaderos hombres. Sin duda tampoco habrá discusiones matrimoniales, a veces duras. Las enojosas preocupaciones de la enseñanza y la construcción pueden eludirse olvidándose de ellas; lo mismo podríamos decir de la familia y, concretamente, de la paternidad. Pero esto sería renegar de la vida.

Asumir con humildad, naturalidad y valentía la vida humana, lleva a muchos hombres al matrimonio y a la paternidad, que tiene vocación de estabilidad; al menos en los seres humanos. La figura del padre es la del respeto, el descanso interior y la piedad.


José Ignacio Moreno Iturralde