Dignidad humana

17.5.09

La persona ama y el amor personifica

Odiar a una persona es aborrecer su vida. El odio no es la explicación de la realidad. El odio surge de la desconfianza y del miedo. El odiador termina por convertirse en lo que hace: se aniquila. La identificación persona-amor es la historia de la familia, la historia de la humanidad. La familia ha vencido a todas las dictaduras de la muerte. Su verdadero peligro es descomponerse a sí misma. La familia –entendida en un sentido amplio y acorde a nuestra naturaleza- es para la persona un punto de salida y un punto de llegada: con el abuelo se llega a jugar los mismos juegos que con el niño de dos o tres años. La familia no es solo una aspiración de la persona sino un aspecto nuclear del hombre: La persona es un ser familiar.

A Chesterton el lecho conyugal le parecía lo mismo que la madre con su bebé en brazos. Quizás fuera porque pensaba que “la pureza es el mejor ambiente para la pasión”. La pureza es la mejor fuente de vida, de calidad de vida y de vida de calidad. El amor se hace persona cuando la persona sabe amar. El amor, como la persona, puede abarcar y supera ampliamente a la sexualidad y por esto el amor se ejercita en muchas realidades humanas. Quisiera destacar una: la enseñanza. La docencia y el aprendizaje son, con frecuencia, cosa brava. El entrechocarse de ánimos, la doma del propio espíritu y el saber conjugar la unidad de la exposición con la pluralidad de los alumnos es un arte como el de navegar a vela. La estrategia, el rumbo y el esfuerzo son tan importantes como el viento que sopla, aunque solo sea una brisa. Y ese aire que permite avanzar es el respeto y valoración de la identidad de las demás personas. Así las cosas hemos de preguntarnos, como aquella antigua canción española de Eurovisión, ¿Quién maneja mi barca?


José Ignacio Moreno Iturralde