Dignidad humana

12.5.09

Filiación

La filiación es una condición originaria de la persona. Ser hombre es ser hijo de una madre y de un padre. La condición humana es naturalmente relacional. A diferencia de otros seres vivos el ser humano necesita de un largo periodo de cuidados materiales, afectivos y educativos hasta tener cierta autonomía para vivir. En las diversas etapas de la vida se va descubriendo con mayor claridad que el más valioso patrimonio es el tesoro de afecto, ayuda, educación y ejemplo de vida que los padres han dejado a sus hijos. Hasta tal punto es así que sus respectivos padres constituyen las auténticas raíces de la personalidad de todo hombre o mujer.

Me viene a la mente un entierro, un tanto singular, al que asistí. El difunto era un gran profesional y un padrazo que dejaba ocho hijos en el mundo. Uno de ellos –muy suyo- en el momento de la inhumación gritó el apellido paterno acompañándolo de un “olé tu valentía”; realmente dijo otra expresión de júbilo muy hispana que no me parece correcto transcribir aquí. A su modo, aquella exclamación curiosa era un sentido homenaje a una vida generosa y lograda. Abusando un tanto de la necrología recuerdo ahora otro entierro de un heroico padre de familia numerosa en el que se produjo un multitudinario aplauso al difunto. Tal vez sea que la muerte refleja con singular precisión la categoría moral de una vida.

No es competencia de estas páginas hacer un estudio comparado con otras civilizaciones que hayan tenido o tengan una visión distinta de la familia. Con matices más o menos profundos la inmensa mayoría de los seres humanos ha venerado la familia y, por tanto, la filiación, la maternidad y la paternidad.

Desde hace muy pocos años se está produciendo en el mundo occidental un auténtico jaque a la familia. Se plantean y legalizan modos alternativos de convivencia al matrimonio entre hombre y mujer. Por otra parte hay un incremento notorio en la práctica de abortos voluntarios y se producen seres humanos en laboratorios con técnicas de fecundación artificial. Todo esto están produciendo una relativización de la dignidad del ser humano que afecta a la noción misma de persona. Sin embargo las relaciones filiales, maternales y paternales están lejos de convertirse en un artificio puramente cultural: son el nervio mismo del ser humano.

Un joven matrimonio amigo trajo a la vida a su primer hijo. El niño tenía una seria alteración genética. Ni su madre ni su padre pudieron gozar de su criatura sana y salva. Inmediatamente el crío fue metido en la UCI. A los tres días hubo que hacerle una operación severa y los siguientes estuvo conectado a una máquina en el lindero entre la vida y la muerte. Durante aquellos días pude contemplar la entereza y la serenidad de aquella pareja. Pero más importante era lo que solo pude ver en un vídeo: el grandísimo cariño que dispensaban a su hijo en los momentos en que podían entrar a la zona de cuidados intensivos. En aquella retorcida realidad me pareció ver el matrimonio más enamorado que conocía y en ese amor pensé que estaba la llave del sentido del mundo.

José Ignacio Moreno Iturralde