Dignidad humana

8.4.09

Afectividad y caridad

Hace años vi, en un bar de carretera, a una pelirroja que me daba la espalda. Parecía muy atractiva pero me centré en la conversación con mis amigos. Al poco tiempo se dio la vuelta y resultó ser un tío con un aspecto lamentable. La afectividad, en ocasiones, puede presentarse como quien no es.

El golden retriever es un perro encantador, rubiales, simpático,..., pero una persona anciana y cascarrabias es infinitamente más importante. Una sonrisa de una señorita de El Corte Inglés puede ser fascinante pero se requiere mucha más madurez y audacia para sacar provecho de un certero punto sobre la i de la propia suegra. Puede sentirse una pasión turca por una mujer y resultar ser un sentimiento más egoísta que una pelea por agua en el desierto o más ridículo que tirarse en paracaídas con un turbante.

Escuchar al que revela su rollo, interesarse por el enfado ensimismado de un incompetente
–últimamente llamado “campeón”- o valorarse a uno mismo con esperanza tras la enésima metedura de pata, constituyen recias disciplinas de la mente y del corazón. No existe en ellas el más mínimo atisbo de afectividad pero suponen su más genuino y fecundo caldo de cultivo. La afectividad es tan maravillosa y tan ciega como el pelo precioso de nuestra hija pequeña; pero si nunca se cortara y se lavara la chiquilla se convertiría en una especie de neandertal con malas pulgas.

Con frecuencia acudo a una residencia de personas mayores. Los enfermos de alzheimer dan demasiado que pensar. La ternura de sus familiares es un motivo de esperanza para el ser humano y puede ser también la llave que abra el enigma de una vida racional que no puede razonar. Una vez pude ver como uno de estos enfermos, entre las severas limitaciones de su mente, reconocía a su nieto con una sonrisa tan radiante y verdadera que casi no parecía de este mundo. Aquella ráfaga de luz tan pura me pareció un mensaje de salvación para el mar agitado de la vida.

Desde aquella sonrisa pienso que pueden ponerse en sus respectivos sitios el pelo de aquél individuo pelirrojo, la nobleza de un perrillo, un amor imposible, la peleona cabellera de nuestra hija y la fidelidad y el cariño a nuestros seres más queridos.


José Ignacio Moreno

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