Tomismo y juventud-I
¿Qué puede ofrecerle un dominico de siglo XIII a un joven del siglo XXI? Parece una cuestión no muy fácil de responder sin que llegue a ser un enigma absoluto como el de ¿por qué los toreros no llevan bigote? Vamos pues a torear la primera cuestión sobre Tomás de Aquino.
¿Era Tomás de Aquino guapo, divertido, un “crak”? Eudaldo Forment, uno de sus más ilustres biógrafos, insiste en su buena presencia: Tomás era un hombre grande, fuerte y rubio. De temperamento reservado no se prestaba a hablar mucho. Por estos motivos sus compañeros de estudios le apodaban el “buey mudo de Sicilia”. Era italiano, de Nápoles, pero su estilo de vida no le permitía estar a la última en moda. Sin embargo fue una persona, un joven y un adulto, intensamente feliz. Su inteligencia era inmensa. Tenía en la cabeza una especie de bomba atómica mental y por esto su doctrina es una central nuclear de luz que ha iluminado a occidente y al mundo entero hasta nuestros días.
Su familia era de alta alcurnia. Cuentan que el pequeño Tomás, con cuatro años, andaba por los pasillos de su casa repitiendo:”¿Quid est Deus?”¿Quién es Dios? Poco antes de la muerte de Tomás –con 49 años-, el sacerdote que atendió al eminente y reconocido sabio comentó lacónicamente:”Ha sido la confesión de un niño”.
José Ignacio Moreno Iturralde
¿Era Tomás de Aquino guapo, divertido, un “crak”? Eudaldo Forment, uno de sus más ilustres biógrafos, insiste en su buena presencia: Tomás era un hombre grande, fuerte y rubio. De temperamento reservado no se prestaba a hablar mucho. Por estos motivos sus compañeros de estudios le apodaban el “buey mudo de Sicilia”. Era italiano, de Nápoles, pero su estilo de vida no le permitía estar a la última en moda. Sin embargo fue una persona, un joven y un adulto, intensamente feliz. Su inteligencia era inmensa. Tenía en la cabeza una especie de bomba atómica mental y por esto su doctrina es una central nuclear de luz que ha iluminado a occidente y al mundo entero hasta nuestros días.
Su familia era de alta alcurnia. Cuentan que el pequeño Tomás, con cuatro años, andaba por los pasillos de su casa repitiendo:”¿Quid est Deus?”¿Quién es Dios? Poco antes de la muerte de Tomás –con 49 años-, el sacerdote que atendió al eminente y reconocido sabio comentó lacónicamente:”Ha sido la confesión de un niño”.
José Ignacio Moreno Iturralde
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