Nuestros mayores
Dentro del riquísimo mundo de nuestros mayores quisiera referirme a los que se encuentran en un estado de mayor dependencia: personas severamente incapacitadas. En ese mundo un tanto retorcido y oscuro recordamos con frecuencia –gracias al álbum de fotos familiar- cuando eran ellos, nuestros abuelos o padres, los que guiaban los primeros pasos que nos aventurábamos a dar en casa o en el parque. Ahora ocurre como si todo se hubiera vuelto del revés. Las actividades con ellos se han convertido en un parvulario: paseos en taca-taca; llevarles al baño, colorear figuras de papel, o darles de comer alimentos muy triturados, que no suelen tomar con muy buena gana; salvo que se trate de un helado. Nuestro antecesor o antecesora puede haber sido ministro o agricultor, ingeniero o portero, notaria o maestra; tanto da. Todos vuelven a la escuela de la infancia. La progresión, sin embargo, no parece ahora hacia arriba sino hacia abajo. La alegría y solicitud con que ellos velaban por nosotros es algo distinta a nuestra actual dedicación con ellos; quizás muy fragmentada y no demasiado entusiasta. Pueden resultar encantadores o pesaditos, algo desquiciados o apáticos, invadidos por el temor o por la serenidad. Con frecuencia se dan en la misma persona toda esta variedad de estados de ánimo a lo largo de los meses.
Nosotros tenemos muchas cosas que hacer: atender a nuestra familia, trabajar, tomar el necesario descanso con frecuencia insuficiente. Sin embargo nuestros mayores tienen un misterioso imán por el que nos damos cuenta que al dedicarles parte de nuestro tiempo estamos haciendo algo verdaderamente importante. Sus miradas reflejan inocencia, infancia, resignación. Nos damos cuenta, a pocas luces que tengamos, que son ellos los que nos hacen un favor y nos sanan de algunas ansiedades tal vez fatuas. Toda esa fuente de pureza –por ellos inadvertida- parece provenir de un manantial oculto y muy significativo. Ante la proximidad de su partida, puede que adoptemos una aceptación naturalista francamente insípida e inhóspita o, por el contrario, una actitud de apertura al misterio. Porque una vez más se recuerdan palabras que iluminan de modo radiante este cuadro de sombras: « Ha escogido Dios más bien lo necio del mundo para confundir a los sabios (...), lo plebeyo y despreciable del mundo ha escogido Dios; lo que no es, para reducir a la nada lo que es » (1 Co 1, 27-28). De nuevo el Nazareno ensangrentado y crucificado es la respuesta a “los renglones torcidos de Dios”. Destaco ahora unas palabras de Juan Pablo II al respecto: El hombre no logra comprender cómo la muerte pueda ser fuente de vida y de amor, pero Dios ha elegido para revelar el misterio de su designio de salvación precisamente lo que la razón considera « locura y escándalo ». Este es el motivo que nos ha de impulsar a hacer ver a nuestros mayores que estos años pueden estar siendo los más valiosos de cara a Dios –me consta que es algo que suelen aceptar y entender-. El desvelo cristiano nos ha de llevar a animarles, con respeto a su libertad, pero con valentía, a la recepción fructuosa y salvífica de los sacramentos. Así, la inocencia se convertirá en corona, la resignación en beso, la infancia en resurrección. Esta es la apuesta cristiana; una apuesta llena de misericordia divina y de plenitud de sentido.
José Ignacio Moreno Iturralde
Nosotros tenemos muchas cosas que hacer: atender a nuestra familia, trabajar, tomar el necesario descanso con frecuencia insuficiente. Sin embargo nuestros mayores tienen un misterioso imán por el que nos damos cuenta que al dedicarles parte de nuestro tiempo estamos haciendo algo verdaderamente importante. Sus miradas reflejan inocencia, infancia, resignación. Nos damos cuenta, a pocas luces que tengamos, que son ellos los que nos hacen un favor y nos sanan de algunas ansiedades tal vez fatuas. Toda esa fuente de pureza –por ellos inadvertida- parece provenir de un manantial oculto y muy significativo. Ante la proximidad de su partida, puede que adoptemos una aceptación naturalista francamente insípida e inhóspita o, por el contrario, una actitud de apertura al misterio. Porque una vez más se recuerdan palabras que iluminan de modo radiante este cuadro de sombras: « Ha escogido Dios más bien lo necio del mundo para confundir a los sabios (...), lo plebeyo y despreciable del mundo ha escogido Dios; lo que no es, para reducir a la nada lo que es » (1 Co 1, 27-28). De nuevo el Nazareno ensangrentado y crucificado es la respuesta a “los renglones torcidos de Dios”. Destaco ahora unas palabras de Juan Pablo II al respecto: El hombre no logra comprender cómo la muerte pueda ser fuente de vida y de amor, pero Dios ha elegido para revelar el misterio de su designio de salvación precisamente lo que la razón considera « locura y escándalo ». Este es el motivo que nos ha de impulsar a hacer ver a nuestros mayores que estos años pueden estar siendo los más valiosos de cara a Dios –me consta que es algo que suelen aceptar y entender-. El desvelo cristiano nos ha de llevar a animarles, con respeto a su libertad, pero con valentía, a la recepción fructuosa y salvífica de los sacramentos. Así, la inocencia se convertirá en corona, la resignación en beso, la infancia en resurrección. Esta es la apuesta cristiana; una apuesta llena de misericordia divina y de plenitud de sentido.
José Ignacio Moreno Iturralde
2 Comentarios:
Estimado amigo:
He visto su web y me parece de mucho interés; he puesto un vínculo en mi blog, La Opinión de un Ciudadano: http://opinionciudadano.blogspot.com/
Le agradecería que lo visitara y si le parece oportuno, que también pusiera un enlace con mi blog. En él se tratan, junto a cuestiones de actualidad, temas de interés humano: Virtudes, Derecho a la vida , Educación, Familia, etc. Además se incluyen anécdotas y videos de interés.
Un cordial saludo,
Santiago Chiva
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Santiago Chiva, Granada, at 12:43 p. m.
Por supuesto Santiago.
José Ignacio Moreno
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Jose Ignacio Moreno, at 8:52 p. m.
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