La vida es el primer derecho humano
Un marido no tiene derecho a pegar a su mujer. De modo análogo una mujer no tiene derecho a aniquilar a una hija o hijo suyos, aunque estén en su seno. Negar que estos seres son humanos es contrario a la realidad objetiva y manifiesta una notoria hipocresía. Lo que ocurre es que desde hace décadas se ha generalizado un modo irresponsable e inhumano de vivir la sexualidad. Aunque muchos ciudadanos vivieran en permanente borrachera esto no sería lo natural, ni lo deseable. Sin embargo, existe una auténtica borrachera de sexualidad banal a la que oficialmente se le quiere otorgar carta de naturaleza, incluso entre personas del mismo sexo, desvinculándose del criterio natural. Se desprecian oficialmente las virtudes humanas, como la templanza, tachándolas demagógicamente de confesionales, cuando se trata de normas de comportamiento trazadas por el pensamiento griego; el que fundó la democracia, cinco siglos antes de que apareciera el cristianismo. Este olvido de las virtudes humanas es lo que genera una sociedad llena de miedos y de comportamientos violentos. La afirmación de la dignidad de toda vida humana solo parece posible desde una profunda sanación personal y social basada en la concepción de que el ser humano tiene una dignidad intrínseca por tener un programa evolutivo vital que encierra las capacidades de relativa autodeterminación moral, actualizada o no. Esta condición lleva a que el hombre es un ser digno de ser amado; no solo por lo que hace, sino por lo que es. Amar, según una feliz definición, es como afirmar “es bueno que existas”. La primera muestra de amor es el respeto y la solidaridad con las vidas humanas más indefensas: mendigos, enfermos, inmigrantes dejados a su suerte, mujeres maltratadas y, en el paradigma de la indefensión e inocencia, el embrión y feto humanos, a los que los romanos antiguos daban el título jurídico de nasciturus.
Mientras tanto, en una situación de confusión y visceralidad, no veo buena una ley de plazos que desprotegiera de toda dignidad al ser humano hasta una etapa de gestación, arbitrariamente elegida. Lo que quizás convenga, no estoy seguro, es aplicar con rigor y honradez la ley actual, que protege la vida humana intrauterina, contemplando excepciones. Todos sabemos que tal ley no se ha aplicado en nuestro país y que las excepciones han pasado a ser una burla habitual, en tema penal tan delicado como es el homicidio. En la esperanza de crear una civilización que proteja cada vez más toda vida humana podemos recordar la Declaración de los Derechos humanos de París de diciembre de 1948 –tras las atrocidades del régimen nazi-, cuyo primer derecho contemplado es el de la vida.
José Ignacio Moreno Iturralde
Mientras tanto, en una situación de confusión y visceralidad, no veo buena una ley de plazos que desprotegiera de toda dignidad al ser humano hasta una etapa de gestación, arbitrariamente elegida. Lo que quizás convenga, no estoy seguro, es aplicar con rigor y honradez la ley actual, que protege la vida humana intrauterina, contemplando excepciones. Todos sabemos que tal ley no se ha aplicado en nuestro país y que las excepciones han pasado a ser una burla habitual, en tema penal tan delicado como es el homicidio. En la esperanza de crear una civilización que proteja cada vez más toda vida humana podemos recordar la Declaración de los Derechos humanos de París de diciembre de 1948 –tras las atrocidades del régimen nazi-, cuyo primer derecho contemplado es el de la vida.
José Ignacio Moreno Iturralde
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