Dignidad humana

23.2.08

Al maestro con cariño

Como maestro, me ha encantado este artículo de Octavio Ortiz de Montellano, capaz de emocioanr a todos los que nos dedicamos al mundo de la educación. Podría hacerlo mío: "Hace muchos años, siendo aún muchacho, acudí al sepelio de Miss Lolita, maestra, profesora y casi madre de más de veinte generaciones en la escuela que me vio crecer. Apenas si conocía a Mis Lolita, pero mi madre me envió al cementerio agregando esta recomendación: "Ella fue la maestra de tus hermanos. Ellos tienen una deuda con ella que no pueden ahora cumplir. Ve tú en su lugar". El entierro fue sencillo y solitario. Una veintena de personas entre todos acompañaban el ataúd a su descanso. (Cuantos alumnos por sus aulas, cuán sola hoy estaba! (Cuánto dio y cuan poco recibió! (Cosas de la vida y, a veces, cosas de los hombres! Ella fue una de esas mujeres que sin formar su propio hogar, fue cariñosa compañía y guía paciente de muchos niños y jóvenes necesitados de ayuda y dirección.

Hoy por el mundo se ha desparramado un pequeño ejército de hombres que llevan impreso en el corazón y en el alma, sin quizá ellos saberlo, el amor y cariño de Miss Lolita. Porque el profesor tiene en su palabra el secreto de la vida: haciendo nacer la verdad en el pecho del alumno, ha encendido un fuego que incendia el mundo. El profesor tiene la llave de la existencia, pero él mismo se queda en la penumbra. Es como esas lámparas de los escenarios que permaneciendo ellas mismas escondidas, derraman su luz dando a los personajes forma y color.

El ser profesor es mucho más que una tarea u oficio. Es la vocación que modela la fisonomía humana y espiritual de los educandos. Un profesor es un guía de alta montaña: indica, acompasa el paso, orienta la mirada, despierta la iniciativa, encauza la pasión. No se equivocaba Ward cuando afirmó: "El profesor mediocre, dice./El buen profesor, explica./El profesor superior, demuestra./El gran profesor, inspira.

Leónidas T. del Brío.