Palabras de Johannes Rau -expresidente federal alemán-
En aquella ocasión, el presidente federal Johannes Rau, -socialdemócrata y agnóstico- hizo unas reflexiones que los políticos españoles deberían también plantearse hoy. De sus palabras resaltamos las siguientes ideas:
1. Si no reconocemos el origen de la vida humana en su inicio real biológico, nunca habrá una frontera razonable y segura para proteger la vida humana.
El presidente de Alemania Johannes Rau dijo literalmente: “En nuestro país no está permitido experimentar con embriones. Así lo decidieron los diputados del Bundestag Alemán en 1990 desde posiciones muy diferentes. Establecieron que a efectos de protección legal la vida humana comienza con la fecundación del óvulo. Quien no comparta esta apreciación sobre el momento en que comienza la vida humana tendrá que responder a la siguiente pregunta: ¿A partir de qué otro momento debería desprotegerse absolutamente la vida humana? ¿Y por qué precisamente a partir de ese otro momento posterior? ¿No tendría cualquier otra delimitación de carácter arbitrario, no quedaría expuesta a ulteriores rectificaciones? ¿No existiría el riesgo de que otros intereses terminaran prevaleciendo sobre la protección de la vida? Parece que no todo el mundo tiene claro lo que esto significa más allá de este debate puntual. Nos encontraríamos con que lo éticamente asumible se iría adaptando permanentemente a las posibilidades tecnológicas. Por elevados que sean, los objetivos de la investigación médica no pueden predeterminar el momento a partir del cual debe protegerse la vida humana”
2. La experiencia de la ciencia sin ética de la época nazi en Alemania, debiera advertirnos de los peligros que supone colocar los objetivos meramente científicos por encima y al margen de la moral.
El Presidente de Alemania Johannes Rau dijo literalmente: “Lo cierto es que la experiencia que vivimos con el nacionalsocialismo y, en particular, con la investigación y la ciencia en el Tercer Reich tiene que desempeñar un papel importante a la hora de formarse un juicio ético, no sólo aquí en nuestro país. Nosotros no andamos recordándola porque queremos ser más morales que los demás. No, no se trata de una moral alemana distintiva. Nadie debe olvidarlo que ocurrió en aquel entonces también en el ámbito de la ciencia de la investigación. Algunos procesos que ya habían comenzado antes de 1933 y que también existían en otros países pudieron proseguirse durante el nacionalsocialismo sin ninguna cortapisa. Unos círculos científicos desenfrenados se dedicaron a investigar únicamente el servicio de sus objetivos científicos, sin escrúpulos morales. Siempre insisto en que la historia nos ayuda -no sólo a los alemanes- a comprender lo que ocurre cuando se trastornan las medidas; cuando el ser humano deja de ser sujeto y es convertido en objeto. Empezar a instrumentalizar la vida humana, empezar a distinguir entre lo que tiene valor vital y lo que no lo tiene es abocarse al desastre. La memoria entraña una exhortación constante: absolutamente nada debe situarse por encima de la dignidad del individuo”.
3. Los intereses económicos no pueden primar sobre el compromiso con la dignidad humana.
El Presidente de Alemania Johannes Rau dijo literalmente: “Lo mismo vale para otro argumento similar: “Si no lo hacemos nosotros, acabarán haciéndolo otros”. Este argumento refleja una capitulación ética. Parece especialmente plausible cuando se le da una connotación económica: si no hacemos tal o cual cosa lo harán otros, se colocarán a la vanguardia del progreso, gozarán de ventajas comparativas, nos expulsarán del mercado. Los intereses económicos son legítimos e importantes, pero no pueden contra balancear con la dignidad humana y la protección de la vida. Y hay más: quien renuncia a proteger la vida en su inicio no tardará en poder hacer valer lo mismo en su final. Entonces quizá se pregunte: ¿Podemos permitirnos el elevado despliegue asistencial al final de la vida? ¿No sería razonable, desde el punto de vista económico. Que los ancianos y los enfermos dieran a tiempo su consentimiento para aplicarles la eutanasia activa? Se perfectamente que nadie hace semejantes propuestas. Pero todos nosotros también sabemos que las mejores intenciones a veces no pueden evitar que ocurra lo que al principio nadie creía”.
4. Lo que permitamos hacer con los seres humanos más pequeños, los embriones, es responsabilidad de todos los ciudadanos, de todos nosotros.
El Presidente de Alemania Johannes Rau dijo literalmente: “Las cuestiones relacionadas con la vida y la muerte nos afectan a todos. Pero eso no pueden dejarse únicamente en manos de los expertos. No podemos delegar nuestras respuestas: ni un la ciencia ni en comisiones ni consejos. Claro que pueden ayudarnos, pero las respuestas tenemos que darlas nosotros. Tenemos que debatir estas cuestiones juntos. Se trata de decisiones políticas. Pretender ceder a la ciencia las decisiones sobre lo que se debe hacer es confundir los cometidos de la ciencia y de la política en un Estado democrático de Derecho. Necesitamos un debate público a ciencia y paciencia, que no obvie ni las intenciones ni las finalidades, ni las esperanzas ni los temores que se asocian a las nuevas posibilidades”.
Para más información:
Carmen González
Coordinadora de Comunicación
prensa@forofamiila.org
91 413 29 57 / 618 614 294
Foro Español de la Familia
www.forofamilia.org
1. Si no reconocemos el origen de la vida humana en su inicio real biológico, nunca habrá una frontera razonable y segura para proteger la vida humana.
El presidente de Alemania Johannes Rau dijo literalmente: “En nuestro país no está permitido experimentar con embriones. Así lo decidieron los diputados del Bundestag Alemán en 1990 desde posiciones muy diferentes. Establecieron que a efectos de protección legal la vida humana comienza con la fecundación del óvulo. Quien no comparta esta apreciación sobre el momento en que comienza la vida humana tendrá que responder a la siguiente pregunta: ¿A partir de qué otro momento debería desprotegerse absolutamente la vida humana? ¿Y por qué precisamente a partir de ese otro momento posterior? ¿No tendría cualquier otra delimitación de carácter arbitrario, no quedaría expuesta a ulteriores rectificaciones? ¿No existiría el riesgo de que otros intereses terminaran prevaleciendo sobre la protección de la vida? Parece que no todo el mundo tiene claro lo que esto significa más allá de este debate puntual. Nos encontraríamos con que lo éticamente asumible se iría adaptando permanentemente a las posibilidades tecnológicas. Por elevados que sean, los objetivos de la investigación médica no pueden predeterminar el momento a partir del cual debe protegerse la vida humana”
2. La experiencia de la ciencia sin ética de la época nazi en Alemania, debiera advertirnos de los peligros que supone colocar los objetivos meramente científicos por encima y al margen de la moral.
El Presidente de Alemania Johannes Rau dijo literalmente: “Lo cierto es que la experiencia que vivimos con el nacionalsocialismo y, en particular, con la investigación y la ciencia en el Tercer Reich tiene que desempeñar un papel importante a la hora de formarse un juicio ético, no sólo aquí en nuestro país. Nosotros no andamos recordándola porque queremos ser más morales que los demás. No, no se trata de una moral alemana distintiva. Nadie debe olvidarlo que ocurrió en aquel entonces también en el ámbito de la ciencia de la investigación. Algunos procesos que ya habían comenzado antes de 1933 y que también existían en otros países pudieron proseguirse durante el nacionalsocialismo sin ninguna cortapisa. Unos círculos científicos desenfrenados se dedicaron a investigar únicamente el servicio de sus objetivos científicos, sin escrúpulos morales. Siempre insisto en que la historia nos ayuda -no sólo a los alemanes- a comprender lo que ocurre cuando se trastornan las medidas; cuando el ser humano deja de ser sujeto y es convertido en objeto. Empezar a instrumentalizar la vida humana, empezar a distinguir entre lo que tiene valor vital y lo que no lo tiene es abocarse al desastre. La memoria entraña una exhortación constante: absolutamente nada debe situarse por encima de la dignidad del individuo”.
3. Los intereses económicos no pueden primar sobre el compromiso con la dignidad humana.
El Presidente de Alemania Johannes Rau dijo literalmente: “Lo mismo vale para otro argumento similar: “Si no lo hacemos nosotros, acabarán haciéndolo otros”. Este argumento refleja una capitulación ética. Parece especialmente plausible cuando se le da una connotación económica: si no hacemos tal o cual cosa lo harán otros, se colocarán a la vanguardia del progreso, gozarán de ventajas comparativas, nos expulsarán del mercado. Los intereses económicos son legítimos e importantes, pero no pueden contra balancear con la dignidad humana y la protección de la vida. Y hay más: quien renuncia a proteger la vida en su inicio no tardará en poder hacer valer lo mismo en su final. Entonces quizá se pregunte: ¿Podemos permitirnos el elevado despliegue asistencial al final de la vida? ¿No sería razonable, desde el punto de vista económico. Que los ancianos y los enfermos dieran a tiempo su consentimiento para aplicarles la eutanasia activa? Se perfectamente que nadie hace semejantes propuestas. Pero todos nosotros también sabemos que las mejores intenciones a veces no pueden evitar que ocurra lo que al principio nadie creía”.
4. Lo que permitamos hacer con los seres humanos más pequeños, los embriones, es responsabilidad de todos los ciudadanos, de todos nosotros.
El Presidente de Alemania Johannes Rau dijo literalmente: “Las cuestiones relacionadas con la vida y la muerte nos afectan a todos. Pero eso no pueden dejarse únicamente en manos de los expertos. No podemos delegar nuestras respuestas: ni un la ciencia ni en comisiones ni consejos. Claro que pueden ayudarnos, pero las respuestas tenemos que darlas nosotros. Tenemos que debatir estas cuestiones juntos. Se trata de decisiones políticas. Pretender ceder a la ciencia las decisiones sobre lo que se debe hacer es confundir los cometidos de la ciencia y de la política en un Estado democrático de Derecho. Necesitamos un debate público a ciencia y paciencia, que no obvie ni las intenciones ni las finalidades, ni las esperanzas ni los temores que se asocian a las nuevas posibilidades”.
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