Dignidad humana

4.10.06

La familia maltratada por dos bandos

Quisiera presumir de mi amistad con José Ramón Losana, expresidente de la Federación Española de Familias numerosas. Este padre de familia heroico, con mujer y doce hijos, inició de la nada una asociación para proteger lo que el Estado español lleva desatendiendo desde hace un buen número de años y atacando frontalmente desde la nueva legislatura: la familia. Pude ver a José Ramón por última vez unos días antes de que un cáncer segara su vida a la edad de 53 años. Con su paz y sonrisa habitual me hizo comprender que hay personas que merecen un aplauso a su vida; cosa que ocurrió el día de su entierro, rodeado por su numerosa familia y abundantísimos amigos. Él quiso excederse en la defensa de la familia desde una perspectiva exclusivamente ciudadana y no partidista.

-¿Qué sistema te parece mejor para la familia: el liberalismo o el socialismo? –Chesterton, a quien tengo afición, decía por los años treinta del siglo pasado que el verdadero peligro para la familia no estaba en Moscú sino en Manhattan. Esta frase ha resultado ser profética.

-Tendrás que explicarte más. –Desde el comunismo a un socialismo democrático hay muchas graduaciones; pero todo socialismo de raíz marxista es comunmente estatalista. La persona se debe íntegramente a la causa social y, en la práctica, al Estado. El caso de Cuba es notorio. En China, como es sabido, el Estado ha llegado a legislar cuál es el límite de hijos que puede tener una familia; obligando en ocasiones a abortar a madres que excedían el exiguo cupo de natalidad familiar previsto. El llamado “espíritu de la colmena” socialista tiene una visión de la vida colectivista -no personalista- y, por tanto, no muy familiar. En España, por ejemplo, no se han redactado leyes –hasta hace muy poco tiempo- directamente contrarias a la familia. Más adelante mencionaremos algunas legislaciones que el gobierno socialista español ha promulgado en el 2005. Sin embargo, el liberalismo capitalista extremo ha resultado, a medio plazo, más destructivo para la familia.

-¿Por qué? –En ocasiones es más peligroso un virus grave que un tigre; al segundo se le ve venir. El liberalismo de mayor referencia es el de los Estados Unidos. Junto a todas sus virtudes, el gigante norteamericano presenta un diagnóstico de sociedad con una familia enferma. El país líder económico y militar del mundo ha experimentado la plaga del divorcio y del aborto, así como la extensión masiva del uso de píldoras anticonceptivas y abortivas -desde los años sesenta- que han golpeado severamente a la fisonomía de la familia. Una sociedad que tiene como símbolo la estatua de la libertad es, sin embargo, un mundo donde la violencia y la tensión forman parte de vida cotidiana. Se ha dicho con acierto que les falta la estatua de la responsabilidad.

-Influye también el activismo norteamericano. –También opino así. La laboriosidad es una gran virtud pero si se convierte en un fin en sí mismo se degenera. Estados Unidos ha extendido su activismo al mundo occidental. Parece que una persona vale el dinero que produce. Los horarios de trabajo se alargan. Los contratos de trabajo son con frecuencia precarios. Lógicamente la familia se resiente y, si no se está atento, sus cimientos se disuelven. Pienso que estamos en el momento donde la familia -entendida como mujer, marido e hijos- está sufriendo el ataque más duro de la historia.

-¿A qué atribuyes la revolución sexual de los años sesenta? –Se ha llamado así al fenómeno social donde se inicia una notoria desvinculación de sexualidad y maternidad. Esta problemática surgió en Estados Unidos. Un factor clave fue la aparición de la píldora anticonceptiva. En una ocasión escuché a un prestigioso periodista que, tras la segunda guerra mundial, el mundo se había quedado fofo, desinflado. No es fácil asimilar todas las trágicas consecuencias de ese conflicto mundial. Tras unos años, un amplio sector de la juventud desengañada de falsas ideologías parece que se refugió en un pacifismo aliado con una promiscuidad sexual sin compromisos. Esto llevó a un debilitamiento de las convicciones humanas sobre las que se sustenta la familia.

José Ignacio Moreno Iturralde