Embriones humanos, la total ausencia de poesía
Hay personas que vemos en cada vaca singular un compendio de poesía, pero aceptamos que otros tan sólo vean un animal poco higiénico. Existen chiflados que vibran al encontrar un nuevo tipo de tarántula y no entienden la mediocridad de los que nos parece un bicho asqueroso…Las sensibilidades son muy distintas y creativas. De todos modos, siguiendo el ejemplo de un profesor, si alguien encontrara poético dormir junto a un cadáver, todavía podemos llegar al consenso de que necesita ir a un psiquiatra. Avancemos en lo macabro: Me despierto por la noche y, sentado en la butaca de mi habitación hay un muerto con los ojos abiertos: el símbolo de la antivida. El grito despertará a todo el inmueble y, desde luego, no regresaré a mi cuarto hasta que hayan quitado aquello de allí.
Aquél símbolo de la anti-vida me recuerda a otras realidades vitales congeladas a las que se niega el vivir. Veamos: entendemos un langostino congelado; los más dotados serán capaces de ver en esto algo de poesía. Pero lo que es imposible poetizar es a un embrión humano congelado: una niña hecha para saltar a la comba a la que se le impide hacerlo, un chaval hecho para jugar al fútbol con muy mal pronóstico de que pueda practicar su deporte favorito. No veo propicio volver a discutir ahora con algunos científicos sobre la entidad digna del embrión, a través de la que hemos pasado todos, con un código genético singular desde la concepción. Sólo quiero recordarles que, en cuanto tales, los científicos estudian una franja de lo que es el hombre, y no la más importante. Si alguien dice que la vida humana es sólo biología que diga lo que quiera pero sostiene un fanatismo que no sólo es biología.
Un congelado puede ser un polo o una croqueta: todo aquello que puede ser tratado como un objeto. Si se empecinan en decir que el embrión es sólo un conjunto de células deberían ser células anticongelables porque otras muy similares dieron lugar a sus padres o a sus hijos o a ellos mismos.
Entre las últimas leyes prostituidoras destaca la que legalizó en Inglaterra la clonación terapéutica. Digo prostituidoras porque considero que la esencia de la prostitución consiste en tratar a la vida humana como si fuera un objeto. Clonar embriones con la única finalidad de extirparles células y aniquilarlos es un paso más en la producción de vidas humanas despojadas de toda dignidad.
Un alpinista muerto de frío es una tragedia, hasta cierto punto asumida; pero un embrión humano congelado o producido para su desintegración utilitarista es la ausencia total de poesía: es una barbaridad.
La nueva barbarie no viene a caballo desde las estepas del este. Está entre nosotros legalizada, pulcra, aséptica, entubada, científica, políticamente correcta, progresista, bastante invisible, y eso si: financiada por capitales multimillonarios en la especie más cutre del capitalismo salvaje. Pero se ve bien: es tecnológica y moderna.
Todas las barbaries se han desintegrado a si mismas, con no pocos costes. Esperemos que esta última no se lleve por delante la dignidad que le queda a nuestra civilización. Algunas de las pocas armas de las que disponemos contra este antihumanismo de corazón helado son la inteligencia, el coraje y la estrategia; quizás sea esta última la menos definida.
José Ignacio Moreno Iturralde
Aquél símbolo de la anti-vida me recuerda a otras realidades vitales congeladas a las que se niega el vivir. Veamos: entendemos un langostino congelado; los más dotados serán capaces de ver en esto algo de poesía. Pero lo que es imposible poetizar es a un embrión humano congelado: una niña hecha para saltar a la comba a la que se le impide hacerlo, un chaval hecho para jugar al fútbol con muy mal pronóstico de que pueda practicar su deporte favorito. No veo propicio volver a discutir ahora con algunos científicos sobre la entidad digna del embrión, a través de la que hemos pasado todos, con un código genético singular desde la concepción. Sólo quiero recordarles que, en cuanto tales, los científicos estudian una franja de lo que es el hombre, y no la más importante. Si alguien dice que la vida humana es sólo biología que diga lo que quiera pero sostiene un fanatismo que no sólo es biología.
Un congelado puede ser un polo o una croqueta: todo aquello que puede ser tratado como un objeto. Si se empecinan en decir que el embrión es sólo un conjunto de células deberían ser células anticongelables porque otras muy similares dieron lugar a sus padres o a sus hijos o a ellos mismos.
Entre las últimas leyes prostituidoras destaca la que legalizó en Inglaterra la clonación terapéutica. Digo prostituidoras porque considero que la esencia de la prostitución consiste en tratar a la vida humana como si fuera un objeto. Clonar embriones con la única finalidad de extirparles células y aniquilarlos es un paso más en la producción de vidas humanas despojadas de toda dignidad.
Un alpinista muerto de frío es una tragedia, hasta cierto punto asumida; pero un embrión humano congelado o producido para su desintegración utilitarista es la ausencia total de poesía: es una barbaridad.
La nueva barbarie no viene a caballo desde las estepas del este. Está entre nosotros legalizada, pulcra, aséptica, entubada, científica, políticamente correcta, progresista, bastante invisible, y eso si: financiada por capitales multimillonarios en la especie más cutre del capitalismo salvaje. Pero se ve bien: es tecnológica y moderna.
Todas las barbaries se han desintegrado a si mismas, con no pocos costes. Esperemos que esta última no se lleve por delante la dignidad que le queda a nuestra civilización. Algunas de las pocas armas de las que disponemos contra este antihumanismo de corazón helado son la inteligencia, el coraje y la estrategia; quizás sea esta última la menos definida.
José Ignacio Moreno Iturralde
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